Algunos se complacen en decirme:
Estás viejo, te duermes,
de pronto en cualquier parte.
Llevas raras camisas,
cabellos y chaquetas estentóreas.
Pero yo les respondo
como el viejo poeta Anacreonte
lo hubiera hecho hoy:
-Sí, sí, pero mis cientos de viajes por el aire,
mi presencia feliz, tenaz, arrebatada
delante de mi pueblo,
mi voz viva con eco
capaz de alzar el mar a cimas de oleaje,
y las bellas muchachas, y los valientes jóvenes
que me bailan en corro…Y siempre el sostenido, ciego amor,
más allá de la muerte…
Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.
Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida...
... dejé de oler la mar, dejé de verte.
Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
Tanto como dejé para tenerte.
... Yo, a caballo, por su sombra
busqué mi pueblo y mi casa.
Entré en el patio que un día
fuera una fuente con agua.
Aunque no estaba la fuente,
la fuente siempre sonaba.
Y el agua que no corría
volvió para darme agua.
[Recitados extraídos del documental "Rafael Alberti:un poeta de su tiempo", de Tesis para Canal Sur 2 Andalucía. Se puede visionar en Youtube]